Durante esta semana y, de forma progresiva, los niños escolarizados comenzarán a incorporarse a las aulas. Las vacaciones han llegado a su fin y toca empezar la rutina. A todos les cuesta: a los más pequeños que asisten a escuelas infantiles, a los alumnos de Infantil y Primaria... Muchos niños lo pasan mal, tienen días de ansiedad, se descolocan, están más irascibles, nerviosos, tristes...
Son procesos normales antes situaciones que no terminan de dominar. Son niños, no adultos, por lo tanto sus defensas emocionales son diferentes. Es por ello que los padres, el principal sustento emocional, debemos estar atentos para poder ayudarlos y sostenerlos de la mejor manera posible para que la vuelta al cole sea lo menos traumática posible.
Sin embargo, no es fácil. No es una tarea sencilla.
Lo más importante para superar esta etapa de transición, según explica Marisa Moya, directora de la Escuela Infantil Gran Vía y psicóloga infantil,
no es tanto «la receta, que es puntual, que puede ser muy efectiva a corto plazo, pero habrá también situaciones en las que hasta levante sarpullidos dependiendo del uso y de la interpretación. Prefiero hablar de actitudes, de lo que se siente, lo que se piensa, lo que se decide teniendo en cuenta una visión más amplia, más comprensiva del niño».
Los padres son el referente
Lo primero para la experta es comprender «la situación postvacacional que viven los niños y esta es la primera clave de una actitud compasiva para poder ayudar a afrontar mejor, si no de manera adecuada, esos siete o diez días de estrés y sentimientos depresivos que dura la vuelta al cole, la empatía ¡el gran poder que tiene es el de la conexión con el niño! Es el elixir que de un plumazo resuelve sentimientos de soledad y nos hace pasar a pensar que no soy un bicho raro y que mi madre, mi padre, me comprenden
porque también lo viven y se puede superar».
La segunda clave, continúa la psicóloga, es «seguir siendo nosotros mismos: los padres somos modelo.
Tus acciones invitan al comportamiento infantil. Los niños nos observan, nos interpretan y toman decisiones en función de esa entrada de información. Aprenden por imitación.
Ahora os podéis sentir emocionados a la hora de enfrentaros a este reto porque os ofrece una oportunidad de enseñar habilidades tales como resolución de problemas, responsabilidad y cooperación. Los niños aprenden más de lo que ven hacer que de lo que les decimos que hagan. No siempre somos conscientes de que el lenguaje verbal transmite un mensaje que no debe desdecir a lo que haces, que ese mensaje debe ser directo, no debe dejar espacio a interpretaciones ambiguas. Hilando más fino, si existe coherencia entre lo que dices y lo que haces, vamos por el buen camino».
Pautas para hacerlo más fácil
Estas son las pautas que Marisa Moya ofrece a los padres para ayudar a sus hijos a superar este periodo de adaptación al colegio:
1.
En estos días intenta hablar poco y actuar mucho
y de manera consciente. Empieza decidiendo qué vas a hacer tú, después ya decidirás qué propones al niño.
2. Cuídate.
Dedícate tiempo: Cuando uno se siente bien funciona mejor, serás un padre o madre más efectivo. Hay que cambiar rutinas, no lo hagas de golpe, tu cuerpo viene del aire, del sol, continua con paseos, con ejercicio, huye de centros comerciales, el invierno es muy largo, ya vendrán días en que sean la única opción. Sin embargo, tu organismo valorará positivamente que no le prives radicalmente de los beneficios de recompensa neuronal que suponen el movimiento y la distracción relajados. Esta puede ser una manera de que el niño se sienta motivado a emularte. Cambiar rutinas sí, pero progresivamente, sin poner el foco en las obligaciones y olvidarse de sí mismo. Una hora para preparar uniformes, una hora de paseo para compensar.
3. Dedícale tiempo:
Venís entregados el uno al otro, te tenía sin fin. Llega la separación. No dejes que el niño siga siendo la mayor prioridad en tu vida. Fija tiempo especial para compartir todos los días, no importa tanto que sea mucho o poco, sí que sea placentero y le haga sentir al niño pertenencia y reconocimiento. El hogar es el centro de entrenamiento de habilidades de vida, si el niño se sigue sintiendo querido será más fácil que se sienta motivado a emprender situaciones nuevas, desafíos y retos.
4. Hacer un plan:
Desarrolla una planificación con el niño, de manera conjunta, que contemple rutinas y normas,
los niños se sienten más inclinados a hacer y respetar las obligaciones y las normas que ellos mismos han elaborado. Comprueba que ha entendido bien el planteamiento, es mejor conocer que tener que adivinar nuestras intenciones. El conocimiento le supondrá seguridad y orientación.
«Puedes preparar la mochila y después ir al parque o podemos ir al parque y después guardar los libros ¿qué prefieres?». Ofrece alternativas, alienta la toma de decisiones, cuando esté solo deberá hacerlo sin tu ayuda.
«Te recuerdo que debes mirar tu agenda de rutinas para ver qué tienes que hacer ahora». No impones, se invita a asumir la responsabilidad y se pueden apreciar las consecuencias de cumplir o no con lo pactado. La organización de las tareas de vida es una buena escuela para la posterior organización de tareas de colegio.
5. Comunica:
No, no es hablar al niño, es hablar con el niño. Para comunicar, para que se establezca un diálogo es sustancial escuchar. Otra clave en la conexión con los niños. No supongas, verifica, solo así podrás saber cuáles son sus sentimientos, solo así podrás saber cuáles son sus razones. Solo así podrás optimizar tu apoyo y guía, conociendo y comprendiendo qué emociones siente y cómo las está procesando. Para comunicar es necesario:
—Muestra pequeños detalles
de que estás ahí, mira a sus ojos, toca su brazo, acaricia su pelo...
—Utiliza onomatopeyas
de apoyo a la conversación.
—Haz preguntas de curiosidad:
«¿qué podrías hacer este curso para sentirte mejor en la clase?»
—No des todas las soluciones,
no te apresures a dar respuestas, es seguro que le ganas en propuestas, pero eso no alimenta su autonomía, no le deja saberse capaz, permite que explore la relevancia de las situaciones y que pueda acceder a su sabiduría interior, hacer sus elecciones, es muy posible que las soluciones estén en su mano. «Un niño me pegaba el año pasado». Utiliza el silencio comprensivo. «Creo que este año jugaré con otro amigo».
—No niegues sus sentimientos,
no los cuestiones. Valídalos. «Veo que estás enfadado con la vuelta al cole». Es respetuoso confiar en los niños, en que ellos mismos sobrevivirán a las frustraciones y desarrollarán sus capacidades en el proceso.
—No le quites la esperanza,
concédele deseos aunque sólo sea en la imaginación: «me gustaría quedarme en casa», «sé lo mucho que te agradaría permanecer aquí y yo desearía tener una varita mágica para que fuera posible».
—Siempre que puedas olvida el «no»,
hay muchas frases que contienen el «sí», estas invitan a hacer una actitud positiva, implican, involucran, animan… «No contestes mal a los profesores» Podría ser «cuando algo te enfade, cuenta hasta diez, estarás más tranquilo y sabrás lo que tienes que hacer».
—Evita palabras como «nunca, otra vez…»,
las etiquetas inducen a sentimientos de incapacidad, insuficiencia y victimismo. Distancian a los chicos. Esto no es lo que necesitan en estas ocasiones, precisan cercanía porque la cercanía afectiva es seguridad y confianza, dos palabras mágicas para llevar en la mochila del colegio. A los niños no les interesa tanto que estés de acuerdo con sus sentimientos como percibir que son comprendidos.
6. Motivación.
Es la clave más importante. El aliento es el motor del comportamiento infantil. Motivar no es chantajear con premios o comprar la voluntad del niño con alabanzas. Motivar es dar ánimo y hay que hacerlo todos los días: «veo a un niño que se preocupa de organizar sus materiales para el cole ¡Me parece que estás haciendo un esfuerzo grande!»
No dejes de expresarle todos los días cuánto le quieres, salgan bien o no las cosas, tenga éxito o se equivoque, tu amor es incondicional.
7. Juego y el sentido del humor.
Son los mejores aliados, rompen la cadena de la ira, desdramatizan las situaciones, liberan neurotransmisores que son recompensa cerebral e invitan a repetir las experiencias… nos enseñan a ir entendiendo que las nubes no están siempre ahí, son pasajeras.